Tandilia 2025: una carrera marcada por la desorganización y el reflejo de un municipio desgastado

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La edición 2025 de la Tandilia, una de las competencias deportivas más emblemáticas de Tandil, dejó este año una postal preocupante. Lo que debería haberse consolidado como una fiesta deportiva y turística terminó exponiendo fallas profundas en la organización del evento y, sobre todo, en la capacidad del Municipio para sostener estándares básicos de orden, limpieza y planificación.

Desde temprano, corredores y vecinos señalaron problemas logísticos evidentes: falta de coordinación en los cortes de calles, demoras en los puestos de hidratación y una asistencia general que estuvo muy por debajo de lo esperado para una carrera de esta magnitud. Pero el verdadero punto crítico se reveló después: la enorme cantidad de basura acumulada a lo largo del recorrido.

Miles de botellas plásticas descartadas por los corredores quedaron esparcidas por la avenida Avellaneda, la zona del Parque Independencia y toda la traza que conduce hacia el Castillo Morisco. A diferencia de otros años, esta vez no hubo un operativo de recolección inmediato ni cuadrillas municipales desplegadas para contener la situación. La basura permaneció allí durante horas, a la vista de todos, como un símbolo del deterioro en la gestión pública local.

La situación se agravó drásticamente cuando, durante la noche posterior al evento, una tormenta azotó la ciudad. Los fuertes vientos arrastraron las botellas hacia el bosque, el parque lindante y los senderos de ascenso al Castillo Morisco. Lo que era un problema de limpieza se convirtió en un daño ambiental con consecuencias difíciles de revertir: plástico disperso en áreas naturales, riesgo para la fauna local y un impacto visual que indignó a vecinos y turistas.

Para muchos residentes, lo ocurrido en la Tandilia 2025 es más que un episodio aislado. Se ha convertido en una metáfora del estado general de Tandil: una ciudad que supo destacarse por su orden y pulcritud, pero que hoy muestra signos evidentes de una administración desgastada, sin reflejos y desconectada de las necesidades inmediatas. La falta de reacción municipal ante un evento planificado con meses de anticipación es, según varios sectores, una señal de alerta sobre fallas estructurales que ya se ven en otros servicios urbanos.

Algunos analistas locales comparan la situación con lo vivido en distintos municipios del conurbano bonaerense durante ciclos de desatención prolongada: cuando el Estado deja de cumplir funciones básicas —como limpiar, coordinar, prever y cuidar el espacio público—, el deterioro se vuelve visible rápidamente. Tandil, advierten, podría estar transitando ese camino si no hay un giro urgente en la gestión.

La Tandilia 2025, que debería haber generado orgullo, terminó exponiendo una realidad incómoda: la ciudad está perdiendo el ritmo que la caracterizó durante décadas. Y más allá de la carrera, lo que quedó en evidencia es que sin una administración firme, presente y eficiente, incluso los eventos más tradicionales pueden convertirse en escenarios de desorden y daño ambiental.

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