Despidos en Ualá: el ajuste empresario tras el triunfo de Milei golpea con fuerza al sector tecnológico

La ola de despidos que se desató esta semana en Ualá, una de las fintech más reconocidas de la Argentina, es una muestra concreta del clima de incertidumbre laboral que se intensificó tras las elecciones nacionales y la victoria de Javier Milei. Según trascendió, la empresa ejecutó alrededor de 200 despidos, lo que representa más del 12% de su plantilla total, y prepara una nueva ronda de recortes en las próximas semanas.

Aunque desde hace meses Ualá venía realizando bajas “a cuentagotas” bajo el argumento de bajo rendimiento o “performance”, el golpe de estos últimos días marca un cambio de ritmo: un ajuste masivo que se justifica puertas adentro por la necesidad de “eficiencia” y “reestructuración”, pero que se da en un contexto político y económico que habilita a los empresarios a avanzar con políticas de achique y flexibilización.

Los trabajadores afectados recibieron paquetes de salida que incluyen una oferta “tentadora” para renunciar voluntariamente: quedarse con la computadora asignada, mantener la obra social por tres meses y recibir un monto apenas superior a la indemnización tradicional, sin retenciones de impuesto a las ganancias. Detrás de este esquema se esconde un mecanismo de presión y desactivación del conflicto laboral, que busca evitar demandas judiciales o sindicalización de los empleados.

Sin embargo, la consecuencia inmediata recae sobre quienes permanecen dentro de la empresa. Con el recorte de personal, las tareas de los despedidos serán absorbidas por los trabajadores que quedan, lo que en la práctica implica más carga laboral por el mismo salario. Este proceso de sobreexplotación —justificado por las compañías en nombre de la “eficiencia”— se convierte en una nueva normalidad en un mercado laboral cada vez más desregulado.

El triunfo de Milei, con su discurso de liberalización económica y reducción del Estado, parece haber actuado como un disparador simbólico para que muchas empresas privadas aceleren sus planes de ajuste. Lo que se presenta como “reestructuración” o “optimización” es, en los hechos, una transferencia de presión y desgaste hacia los trabajadores, que ahora temen perder sus empleos o ser forzados a aceptar condiciones más precarias.

El caso de Ualá —una empresa que se promociona como símbolo del talento argentino y la innovación tecnológica— expone una contradicción profunda: mientras el país busca consolidar un ecosistema digital competitivo, las propias firmas que lo integran recortan personal calificado, afectando tanto la productividad como la estabilidad del sector.

Los despidos no solo representan un golpe económico para cientos de familias, sino también un retroceso social, al instalar la idea de que la “eficiencia” empresarial puede lograrse sacrificando derechos laborales. En este escenario, el desafío para los trabajadores argentinos será resistir la lógica del miedo y el silencio, y volver a poner en debate qué modelo de desarrollo se quiere construir en un país donde el ajuste parece haberse vuelto la primera respuesta.

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