Argentina de la decadencia: la trampa de las empresas y la inflación que no se ve. Caso Bagley – Arcor
Parecería una broma por parte de las empresas de alimentos en Argentina, pero no lo es. No conformes con subir los precios de sus productos por encima de la inflación, las empresas Argentinas son justamente eso, Argentinas, con su gran viveza criolla dentro y sus manipulaciones constantes para bajar calidad o cantidad en sus productos.
Lo que vemos a continuación es solo un ejemplo de tantos, una estafa. El paquete de galletitas Sonrisas, anteriormente se comercializaba en un paquete individual de 118 gramos. Pero en el 2025, el subio el precio y bajo la cantidad por paquete

En la siguiente imagen lo que vemos es un paquete de los lanzados en 2025, donde el peso bajo de 118 a 108 gramos. Gran jugada de viveza criolla.

Argentina esta dentro del listado de los países en decadencia eterna. Pero no solo por sus políticos, sino también porque no solo las empresas se abusan de los consumidores, sino que los consumidores no se detienen a observar estas cosas.
Inflación encubierta: el abuso silencioso de las empresas sobre los consumidores
En tiempos de alta inflación, muchas empresas buscan mecanismos para sostener ventas sin que el impacto en el precio final sea tan evidente. Una de las prácticas más cuestionadas es la “reduflación” (shrinkflation): reducir la cantidad o calidad del producto sin modificar el precio. El caso de Bagley (propiedad de Arcor) es un ejemplo claro en el mercado argentino: paquetes de galletitas con menos gramos, rellenos más pobres, e incluso cambios en la calidad de los ingredientes.
El resultado es que el consumidor paga lo mismo (o más) por menos producto y menor calidad, lo cual constituye una forma de inflación encubierta. Este mecanismo no solo erosiona el poder adquisitivo, sino que también afecta la confianza en las marcas.
¿Por qué lo hacen las empresas?
- Mantener competitividad aparente: al sostener un precio nominal sin aumentarlo, evitan que el producto “salte” en la góndola frente a la competencia.
- Proteger la demanda: muchos consumidores se fijan en el precio visible y no en los gramos, lo que permite a la empresa sostener ventas.
- Trasladar costos sin generar rechazo inmediato: un aumento de precio es evidente; en cambio, un envase más chico pasa desapercibido para gran parte del público.
¿Qué pueden hacer los consumidores?
- Leer siempre las etiquetas: revisar el peso neto y la lista de ingredientes. Muchas veces la baja de calidad está camuflada en un cambio sutil en la composición.
- Comparar precio por kilo/litro: lo que parece barato en la góndola puede ser más caro si se lo mide en relación al peso real.
- Visibilizar la práctica: compartir en redes sociales los casos de reduflación genera presión pública y obliga a las empresas a responder.
- Organizar reclamos colectivos: a través de asociaciones de consumidores o defensores del pueblo, que pueden denunciar la práctica como engañosa.
Una propuesta de resistencia: aprender a dejar de consumirlos
El consumidor tiene más poder del que cree. Si se detecta que una marca recurre a estas prácticas abusivas, la reacción más efectiva es dejar de comprarla. El mercado responde a la demanda: si baja el consumo, la empresa se ve obligada a corregir su estrategia.
Alternativas:
- Elegir segundas marcas o productos artesanales/regionales que mantienen mejor la relación calidad-precio.
- Reducir el consumo de ultraprocesados: en el caso de las galletitas, reemplazarlas por opciones caseras o más saludables.
- Educar al consumidor: cuanto más conscientes sean las personas de estas prácticas, más difícil será que las empresas las usen sin consecuencias.
La reducción de peso y calidad sin bajar precios es un abuso disfrazado de estrategia comercial. La única forma de enfrentarlo es con información, organización y decisión de consumo consciente. Si los consumidores aprenden a decir “no”, las empresas deberán repensar su modelo de negocio.