La derrota de Milei en Buenos Aires anticipa un escenario turbulento a nivel nacional. Dólar supera los 1500 pesos y empresas trasladan a precios
Buenos Aires — La contundente caída de Javier Milei en la provincia de Buenos Aires, el distrito más poblado y políticamente decisivo de la Argentina, se ha convertido en una señal de alarma para su gobierno y en una antesala de lo que podría suceder en las elecciones nacionales de octubre.
La provincia bonaerense ha sido históricamente un termómetro político, un territorio donde las tendencias electorales suelen marcar el pulso del país. El retroceso de Milei allí refleja no solo un desgaste acelerado de su figura, sino también un creciente malestar social frente a una gestión que muchos califican de errática, soberbia y cada vez más aislada.

Soberbia y entorno tóxico
En la Argentina existe una frase popular: “se la creyó”. Y eso, según analistas políticos, describe con precisión el error de Milei. Tras el triunfo electoral que lo llevó a la presidencia, el mandatario se rodeó de un círculo de confianza cuestionado: nombres como los Caputo y los Menem, asociados a viejas prácticas de corrupción y favores políticos, terminaron por contaminar la imagen de un gobierno que había prometido ser disruptivo y distinto.
El resultado ha sido un cóctel de improvisación, políticas sin rumbo y un deterioro de la confianza pública. Lo que comenzó como un proyecto de renovación, hoy aparece ante los votantes como una reedición de los vicios más arraigados de la política argentina.
El dólar al borde de un nuevo salto
En paralelo a la erosión política, los mercados envían señales preocupantes. El dólar paralelo roza los 1.400 pesos y los operadores ya hablan de un posible salto hasta los 1.500 en el transcurso de la semana.
Ese umbral no es meramente psicológico: anticipa un nuevo impacto en los precios de alimentos, combustibles y servicios. En un contexto en el que las empresas remarcan a la velocidad del tipo de cambio y no existe un control efectivo desde el Estado, la dinámica inflacionaria amenaza con profundizar la recesión y deteriorar aún más el poder adquisitivo.
Un empresariado sin empatía
A diferencia de lo que ocurre en otros mercados, donde el sector privado suele mostrar cierta sensibilidad frente al contexto social, el empresariado en Argentina opera bajo lógicas más descarnizadas. Tanto compañías nacionales como extranjeras instaladas en el país maximizan márgenes sin atender el impacto social.
La falta de empatía corporativa amplifica el malestar. En lugar de ser un aliado en la estabilización, el empresariado local contribuye a la espiral inflacionaria, reforzando la percepción de que en Argentina “cada uno juega su propio juego”, sin coordinación ni visión de largo plazo.
Camino a octubre
La derrota de Milei en Buenos Aires abre una ventana de incertidumbre política en la recta hacia octubre. Lo que suceda allí podría replicarse a nivel nacional, con consecuencias que exceden lo electoral y golpean directamente la economía.
En un país marcado por ciclos de crisis recurrentes, la soberbia política, la fragilidad institucional y la ausencia de un empresariado comprometido forman una combinación peligrosa. Y, de persistir, podrían sellar el destino de un gobierno que prometió refundar la Argentina, pero que hoy parece atrapado por los mismos demonios que decía venir a desterrar.