La advertencia más cruda sobre la Inteligencia Artificial: Economía imposible y expectativas sobredimensionadas

CEO de IBM encendió una alarma sobre Inteligencia Artificial Intelligence

El reciente análisis del CEO de IBM Arvind Krishnam, encendió una alarma que atraviesa a toda la industria tecnológica: incluso si la Inteligencia Artificial continúa avanzando, su costo económico real la vuelve incapaz de reemplazar al ser humano, y apenas la habilita a funcionar como apoyo limitado. Lo que era presentado como la herramienta que automatizaría al mundo hoy se enfrenta a un muro de realidad: números que no cierran, modelos de negocio inviables y empresas que empiezan a desandar sus planes, devolviéndose a la racionalidad.

Un único data center de IA de 1 gigawatt cuesta 80.000 millones de dólares. Los gigantes de Silicon Valley proyectan construir cien de ellos. Esa cifra totaliza 8 billones de dólares, superando todo lo que la industria mundial de semiconductores generó en su historia. Para sostener semejante infraestructura serían necesarios 800.000 millones de dólares anuales solo en intereses. Ninguna corporación de la Tierra genera ese excedente, ni siquiera los gigantes valuados en tres billones.

La situación empeora cuando se observa el ciclo de obsolescencia. El hardware debe reemplazarse cada cinco años, lo que exige reconstruir ese universo de infraestructura una y otra vez. No es solo una inversión monumental: es un agujero financiero recurrente.

Y todo para qué. Hoy la IA produce textos, resúmenes, imágenes y algo de código. Es útil, sí, pero el interrogante es demoledor: ¿vale 8 billones de dólares? La respuesta es que nadie lo sabe. El negocio se basa en hipótesis sobre futuros aumentos de productividad que todavía no existen, ni en fábricas, ni en empresas, ni en servicios. Las organizaciones que apostaron ciegamente a reemplazar tareas humanas hoy están frenando proyectos, comparando costos y entendiendo que la IA no sustituye inteligencia, contexto, ni criterio.

El CEO de IBM fue tajante. El futuro de la IA no se decidirá por GPUs, sino por economía. Si los números no cierran, la tecnología deja de ser promesa revolucionaria para transformarse en burbuja especulativa. Como ocurrió con los ferrocarriles, el petróleo no convencional y el metaverso, el entusiasmo tecnológico puede sobredimensionarse hasta que finalmente la realidad financiera se impone.

La conclusión es incómoda para muchos vendedores de soluciones mágicas. La Inteligencia Artificial no va a reemplazar al ser humano. No puede, ni técnica ni económicamente. Su rol será asistencial, limitado, focalizado en tareas repetitivas. El criterio, la intuición, la interpretación contextual y la toma de decisiones seguirán siendo humanas.

Esa constatación explica por qué tantas compañías tecnológicas están perdiendo clientes tras haber prometido desarrollos supuestamente transformadores. A medida que se empieza a comparar costo versus impacto real, la brújula regresa al sentido común: la IA es una herramienta, no un sustituto. Y tal vez el mayor aprendizaje de esta “burbuja” sea que el progreso tecnológico verdadero no elimina a las personas, sino que depende de ellas.

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