Grave falla del sistema bancario Argentino: las tarjetas llegan activadas y las estafas se multiplican (Mastercard y Visa BancoGalicia, Macro)

En Argentina, una práctica insólita y peligrosa se ha vuelto rutina: los bancos como Banco Galicia y Banco Macro están enviando tarjetas de crédito y débito a sus clientes ya activadas, listas para ser utilizadas sin necesidad de confirmación ni verificación del titular. Esta situación ha derivado en una ola de estafas y robos que afecta a miles de usuarios en todo el país.

El problema es sencillo de explicar, pero devastador en sus consecuencias. Cuando el correo o una empresa de mensajería entrega los sobres con las tarjetas, si alguien intercepta o roba ese envío, puede comenzar a comprar de inmediato. No necesita PIN, ni activación, ni validación alguna. En cuestión de minutos, las tarjetas robadas se utilizan para compras en comercios físicos y online, con total impunidad.

A esto se suma un segundo y no menos grave eslabón de la cadena: la falta de controles en los comercios argentinos. En muchos locales —entre ellos grandes cadenas como Musimundo— los vendedores no exigen documento de identidad ni verifican la titularidad de la tarjeta. En el afán de concretar ventas, las normas básicas de seguridad se ignoran por completo. Esto permite que los delincuentes realicen compras en cuotas, retiren productos y desaparezcan, dejando al verdadero titular con la deuda y la pesadilla de reclamar ante el banco.

Según los últimos indicadores del Centro de Monitoreo de Defensa al Consumidor, en 2025 el 87% de los usuarios de tarjetas de crédito reportó haber sido víctima de compras fraudulentas o intentos de estafa vinculados al uso indebido de sus datos financieros. La cifra, alarmante, refleja no solo una crisis de seguridad, sino también una crisis cultural: en Argentina, pocos se sienten responsables de hacer correctamente su parte del trabajo.

Los bancos culpan a los correos, los correos a los clientes, los comercios a los bancos y los bancos a los sistemas de pago. Mientras tanto, los usuarios quedan indefensos, obligados a iniciar reclamos interminables para recuperar su dinero.

Expertos en ciberseguridad y defensa del consumidor advierten que esta práctica de emitir tarjetas ya activadas es una violación de los estándares internacionales de seguridad bancaria. En la mayoría de los países, las tarjetas llegan inactivas y requieren confirmación por teléfono o a través de la banca digital, precisamente para evitar este tipo de fraudes.

El problema, sin embargo, va más allá de lo técnico. Revela una falla estructural del sistema argentino, donde la negligencia y la falta de profesionalismo atraviesan todos los niveles. Desde los bancos que priorizan la comodidad operativa por encima de la seguridad, hasta los comercios que no verifican identidades y las autoridades que no controlan, todo confluye en un escenario que fomenta la impunidad.

Mientras no se implementen protocolos de seguridad más estrictos, controles de identidad obligatorios en los puntos de venta y sanciones ejemplares para quienes incumplan, las estafas con tarjetas seguirán creciendo, afectando no solo la economía de las personas, sino también la confianza en el sistema financiero argentino.

En un país donde la irresponsabilidad se ha naturalizado, la estafa se vuelve parte del paisaje, y el ciudadano común, una vez más, paga las consecuencias.

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