Camionetas, egos y violencia vial: una mirada psicológica al fenómeno de las «Amarok salvajes» y los «Boludos en Amarok»

En la Argentina contemporánea, es cada vez más común escuchar frases como «¡mirá cómo maneja, seguro va en una Amarok!». Más allá del chiste o la anécdota cotidiana, hay una realidad visible: algunos conductores de camionetas 4×4, en especial ciertos modelos como la Volkswagen Amarok, manifiestan comportamientos agresivos y violaciones sistemáticas de las normas de tránsito. Este artículo propone analizar esta conducta desde la psicología, particularmente desde la teoría del complejo de inferioridad.

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El vehículo como extensión del ego
Desde la psicología social y la psicología del yo, se sabe que muchos objetos que una persona elige—desde la ropa hasta el vehículo que conduce—funcionan como extensiones simbólicas del sí mismo. En este marco, el vehículo deja de ser solo un medio de transporte para convertirse en una herramienta de validación identitaria.

El complejo de inferioridad y su sobrecompensación
Alfred Adler, pionero en el estudio del complejo de inferioridad, planteaba que las personas que sienten una autoimagen disminuida o insuficiente tienden a sobrecompensar en otros aspectos. Así, quien se siente débil, poco influyente o inseguro, puede verse tentado a «tapar» ese sentimiento a través de símbolos de poder, estatus o fuerza.

Las camionetas grandes, altas, con estética «agresiva» y potencia mecánica, representan un símbolo de dominación sobre el entorno. No solo elevan literalmente al conductor sobre el resto, sino que le permiten un falso sentimiento de superioridad física y simbólica. El “yo soy más grande que vos” se vuelve una afirmación diaria desde el asiento del conductor.

Violencia y transgresión: síntomas de un vacío más profundo
El fenómeno no se agota en la elección del vehículo, sino en la conducta que muchos de estos conductores adoptan: exceso de velocidad, adelantamientos indebidos, nulo respeto por ciclistas o peatones, y una actitud generalizada de impunidad. Estas conductas pueden ser vistas como manifestaciones de un narcisismo defensivo, donde la persona proyecta una imagen poderosa para ocultar una autopercepción débil o inestable.

En muchos casos, estas personas no son violentas en otros aspectos de su vida. Sin embargo, el vehículo les da un “campo de juego” donde pueden desplegar fantasías de control, fuerza y prestigio. Es, psicológicamente, una máscara de poder frente a un fondo de inseguridad.

¿Por qué la Amarok?
La Amarok, al igual que otras camionetas 4×4, ha sido fuertemente asociada en el imaginario argentino con el éxito económico, el poder viril y la “viveza criolla”. La publicidad, el uso en el campo o en zonas de estatus social medio-alto, y su diseño imponente alimentan esta simbología. Así, no es raro que aquellos que buscan validarse desde lo externo encuentren en este modelo un vehículo ideal para proyectar su autoimagen deseada.

Conclusión
El fenómeno de los conductores violentos al volante de camionetas no es simplemente una cuestión de tránsito: es un reflejo de tensiones psicológicas más profundas. Desde la necesidad de reconocimiento hasta la lucha contra una autoimagen deteriorada, el acto de conducir se transforma en una expresión simbólica del ego. Entender estas dinámicas no exime de responsabilidad a quienes manejan con violencia, pero sí permite abrir el debate sobre qué clase de sociedad estamos construyendo, y qué valores seguimos premiando o tolerando en la vía pública.

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