Booking.com y el Riesgo silencioso: Cuando una reserva puede costar más que una habitación
En el vasto y competitivo mercado de reservas de alojamiento en línea, Booking.com se ha consolidado como uno de los actores más poderosos. Sin embargo, detrás de su interfaz pulida y su promesa de conveniencia, se esconde una práctica preocupante que plantea serios interrogantes sobre la seguridad de los datos financieros de sus usuarios.

A diferencia de otras plataformas de reservas que actúan como intermediarias y procesan directamente los pagos, Booking.com adopta una política que muchos desconocen: al ingresar los datos de una tarjeta de crédito para garantizar una reserva, la plataforma no siempre ejecuta el cobro. En cambio, transfiere esos datos —número de tarjeta, fecha de vencimiento, código de seguridad y nombre del titular— directamente al alojamiento elegido.
En otras palabras, Booking.com permite que establecimientos hoteleros, hostales y posadas alrededor del mundo reciban información financiera altamente sensible como si se tratara de una simple nota adjunta a una reserva. Este procedimiento, según denuncian expertos en ciberseguridad y usuarios afectados, es el equivalente digital a enviar una fotografía completa de la tarjeta de crédito a desconocidos.
“El problema no es solo que los datos sean compartidos, sino cómo y con quién. En muchos casos, esos hoteles no tienen sistemas seguros ni protocolos estrictos para el manejo de información confidencial. Basta con que un empleado tenga acceso a la plataforma de administración de reservas para que, potencialmente, pueda copiar los datos y realizar compras online sin dejar rastro inmediato”, explica Carolina Ruiz, especialista en protección de datos financieros.
Casos recientes reportados en foros de consumidores y redes sociales revelan que varios usuarios detectaron cargos no autorizados luego de utilizar Booking.com para realizar reservas en alojamientos pequeños o de gestión informal. En la mayoría de los casos, las tarjetas no habían sido usadas en ningún otro sitio.
El riesgo se amplifica cuando se considera que muchos de estos hospedajes operan en países sin leyes robustas en materia de protección de datos, o donde la fiscalización es prácticamente inexistente. Mientras tanto, Booking.com se escuda en sus términos y condiciones: según la plataforma, son los establecimientos los responsables de procesar los pagos y proteger los datos.
“No se trata solo de una omisión técnica, sino de una negligencia sistemática. Booking.com prioriza la eficiencia operativa por sobre la seguridad del consumidor”, afirma Daniel A., usuario afectado que debió cancelar su tarjeta luego de que se intentaran realizar compras desde otro continente 48 horas después de reservar una habitación en una posada rural en Europa del Este.
La falta de transparencia también alimenta el problema. En ningún momento del proceso de reserva se le advierte de forma clara al usuario que su información será compartida con terceros y que el sitio no actúa como procesador de pago. La interfaz simplemente solicita los datos de la tarjeta como requisito obligatorio, generando la falsa impresión de que el pago está asegurado por la plataforma.
En un contexto donde los fraudes digitales crecen a ritmo acelerado, la postura de Booking.com contrasta con la de competidores como Airbnb o Expedia, que manejan directamente el cobro a los usuarios y transfieren fondos a los anfitriones sin exponer los datos financieros del cliente.
La pasividad de Booking.com ante este problema plantea interrogantes más amplios: ¿hasta qué punto una plataforma digital es responsable por los riesgos que genera su modelo de negocio? ¿Y cuánta información están realmente entregando los usuarios, sin saberlo, cada vez que hacen clic en “reservar”?
Por ahora, la empresa no ha emitido declaraciones públicas respecto a estas preocupaciones, y su base de usuarios sigue creciendo. Pero en la era de los datos, la comodidad de una reserva rápida podría terminar costando mucho más que una noche de hotel.