Del Covid-19 a la Tercera Guerra Mundial: el miedo como herramienta de control mediático

El rol de la prensa en la amplificación del pánico global y la manipulación de masas a través del miedo, una estrategia tan antigua como efectiva.

En un mundo hiperconectado, donde la información viaja a la velocidad de la luz y las redes sociales replican titulares con una rapidez abrumadora, el miedo se ha convertido en un recurso valioso para los grandes medios de comunicación. Hoy, al igual que durante la crisis sanitaria global del Covid-19, la amenaza de una supuesta «Tercera Guerra Mundial» se está utilizando como un nuevo eje para titulares alarmistas, discursos incendiarios y cobertura continua que, más que informar, busca generar angustia colectiva.

El paralelismo con la pandemia

Durante los años de la pandemia del Covid-19, quedó en evidencia cómo el temor constante fue promovido desde titulares dramáticos y coberturas 24/7 centradas en cifras de muertos, contagios y restricciones. Mientras parte del periodismo independiente llamaba a la reflexión crítica, los grandes medios internacionales y nacionales mantenían un discurso homogéneo, cargado de fatalismo y dramatismo. El resultado fue una población global hipervigilante, ansiosa y cada vez más dependiente de las indicaciones de gobiernos y organismos internacionales.

El miedo, como han demostrado numerosos estudios de psicología social, es un catalizador poderoso del comportamiento humano. Según investigaciones como las de Daniel Kahneman (Premio Nobel de Economía), el ser humano tiende a sobrerreaccionar ante amenazas percibidas, y esto lo vuelve más propenso a aceptar medidas extremas si estas prometen seguridad. Esta reacción, bien conocida por estrategas políticos y comunicadores, se ha utilizado históricamente para justificar decisiones impopulares.

¿Una guerra que aún no existe?

En la actualidad, la narrativa mediática en torno a una posible «Tercera Guerra Mundial» ha ido ganando protagonismo. Las tensiones geopolíticas entre potencias como EE.UU., Rusia, China, Irán e Israel son reales, pero los titulares muchas veces exageran el peligro inminente sin fundamentos sólidos, con frases como «El mundo al borde del abismo», «Se acerca el apocalipsis nuclear» o «Estamos viviendo el preludio del fin».

Estos mensajes no solo generan clics —el combustible del negocio digital— sino que preparan emocionalmente a las audiencias para aceptar nuevas restricciones, aumentos del gasto militar, censura bajo pretexto de seguridad y otras medidas que, en contextos normales, serían ampliamente cuestionadas.

La psicología del miedo como herramienta de masas

Diversos estudios de comunicación, como los de Noam Chomsky o Naomi Klein, han advertido sobre el uso del «shock» como método de control. El miedo paraliza la lógica y promueve el pensamiento binario: enemigo vs. aliado, obediencia vs. caos. En momentos de crisis o amenaza, las poblaciones son más susceptibles a entregar libertades individuales a cambio de una ilusión de seguridad.

El ciclo se repite: primero se construye el enemigo (el virus, el país agresor, la amenaza inminente), luego se alimenta la narrativa con cifras o imágenes impactantes y finalmente se ofrece una solución —generalmente desde el poder político o militar— que requiere sacrificios sociales, económicos o legales.

El rol del periodismo en la era del pánico

La responsabilidad del periodismo debería ser, ante todo, informar con equilibrio, ofrecer contexto, y evitar convertirse en una maquinaria de pánico. Sin embargo, muchos grandes medios —por intereses económicos, políticos o ideológicos— han dejado de lado su rol crítico para transformarse en repetidores del discurso oficial o de agendas geopolíticas.

Frente a esta situación, el periodismo independiente y los ciudadanos informados tienen un rol crucial: cuestionar, contrastar fuentes, evitar el consumo compulsivo de titulares y recordar que no toda narrativa impulsada por los medios responde al interés público.

Conclusión: Vigilancia crítica, no paranoia

Hablar de guerra es grave, y debe hacerse con responsabilidad. Así como en la pandemia se sembró miedo para justificar medidas sin precedentes, hoy se está abonando el terreno del pánico ante un conflicto que, si bien existe en forma de tensiones diplomáticas o enfrentamientos localizados, aún está lejos de ser una guerra mundial declarada.

La ciudadanía debe mantenerse atenta, pero no temerosa; informada, pero no hipnotizada. El miedo seguirá siendo un arma poderosa, pero el pensamiento crítico sigue siendo su mejor antídoto.

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